El escenario es el que es y quizás soy yo la que ha cambiado en este tiempo sin vernos.
Mientras camino arriba y abajo lo nuevo se mezcla con lo viejo. Y le cuento a estas calles tan queridas que ha sido de mi vida.
Cada día desde mi última visita he echado de menos el cappuccino de la mañana y el olor a succo di pomodoro a la hora de la comida, encontrar el periódico rosa del deporte en cualquier bar. Cada día me ha faltado escuchar a los fiorentinos enfrascados en conversaciones de calcio y cada día al doblar cualquier esquina esperaba encontrar algo mínimamente parecido a la majestuosidad de palazzo vecchio.
En este tiempo he crecido, en muchos aspectos. Hice las paces con mi ciudad habitual , le he perdonado no ser Florencia y le he agradecido sus horas de sol , su clima agradable que propicia reuniones interminables de amigos, ser el decorado de los juegos de mi hijo pequeño y el entorno perfecto de bicicletas y novias para mi hijo mayor. Me he sorprendido a mi misma enamorándome , hacia ya tanto que no me sucedía ,que pensé que simplemente era imposible.... Y después de eso, toco desenamorarse. Debo confesar que no se me da nada bien...
He reflexionado sobre lo divino y lo humano intentando tomar decisiones para mi futuro . Florencia siempre estaba ahí, silenciosa y altiva, lejana pero presente.
La relación con esta ciudad es la más larga que he tenido en los últimos años , la más sana y más productiva. Aunque la intermitencia la ha caracterizado, tenemos la certeza que cada tiempo compartido será siempre grato . Inevitable sonreír a toda hora estando en su compañía, divertirse y sentirse feliz . Cuando estamos lejos nos pensamos mutuamente y siempre que vuelvo retomamos " lo nuestro " como sí no hubiera estado lejos...
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