miércoles, 19 de abril de 2017

La tercera planta

Supongo que estoy algo oxidada. Hace ya mucho tiempo y las telarañas y el pólvo cubren el  teclado virtual de mi máquina de escribir. Pero dicen que donde hubo, siempre quedó, y yo siempre he estado llena de palabras. 

Revisando las Cosas que han pasado en este tiempo, las que han sido significativas creo que luche y, aparentemente gané. Luché contra la rutina, contra la mediocridad y contra la desidia. Quise ser grande, siendo parte de algo grande. Quise dar un salto al vacío y sentirme joven sintiendo el cosquilleo de la duda y de la incertidumbre al tomar una decisión más, cambiar de trabajo. 
Así que hace algo más de un año, colgué mi precioso uniforme de Adolfo Domínguez que durante tanto tiempo vesti con orgullo y me enfunde el  menos glamouroso y más blanco de una clínica de reproducción asistida. Asistente al paciente internacional, un gran título para un puesto que se encuadra entre confesor, psicóloga, interprete. Miscelánea de funciones y cualidades que con suerte un día, conseguiré equilibrar.


Trabajo en un precioso y moderno edificio lleno de luces y sombras tanto fuera como, dentro. Mi despacho es lóbrego y frío a pesar de sus ventanales despejados y sus vistas a la calle, sin embargo  el ambiente en la tercera planta, en el quirófano, es  sin embargo cálido y soleado a pesar de su temperatura de menos de 10 grados y sus luces apagadas con mini focos que brillan solo en las cabezas de nuestros doctores. Me he dado cuenta que, todo esto de la temperatura, depende de la compañía más que de la decoración. 
Mi planta favorita essin duda, la tercera. Llegan los pacientes llenos de ilusión, ansiosos y nerviosos por esa promesa de futuro. Nosotros nos esmeramos por acompañarles
Y por dar lo mejor de nosotros. Las enfermeras impecables preparan todo, en un frenesí de trapos quirúrgicos e instrumental, creo que un día sabré que es kitazato con y sin camisa, por ahora me basta con saber que ellas lo entienden . En nuestro laboratorio, se ultiman los cuidados a los embriones y les ponen guapos para conocer a sus futuros papás. Los
Doctores llegan apresurados y precisos, y ... empieza la magia. Se apagan las luces,como si se tratara del mayor espectáculo del mundo, aumentando la expectación. Y cuando la pantalla se enciende, nos inunda esa luz anaranjada y cálida que nos muestra  bajo el microscopio, a un maximizado pero a la vez pequeño embrion, hecho como si de un puzzle de 4 piezas se tratara, apenas ensamblado y aparentemente frágil .Todas sus piezas son redondas y dicen los que entienden, que son células, pero a mí se me antojan bolitas de chicle, de esas con las que de niña hacía pompas de color  de rosa. Todos allí juntos, con los ojos asomados por encima de las mascarillas verdes, esperamos expectantes a que los doctores acaben su trabajo y que empiece la cuenta atrás para un sueño , para saber si todo ese esfuerzo de nuestro equipo humano culmina las ilusiones y esperanzas  de esas personas que se ponen en nuestras manos de forma incondicional.

Yo les admiro a todos, a los pacientes por su tesón y valentía , por su perseverancia, a mis compañeros por su por diferentes motivos, a ML y su afán de aprender italiano, se empeña en aprender nuevas palabras y en despedirse de los pacientes en la lengua de Dante. Mejora tanto que pronto no me necesitarán como intérprete. A y su eterna sonrisa, explica cómo nadie lo que se ve en la pantalla del ecografo y ve endometrio y ovarios donde yo nunca veré más que, luces  y puntos  blancos. B una de las chicas del Laboratorio, las que acunan a los pequeños embriones y saben ver más allá del puzzle hecho con bolas de chicle. La doctora G y su tono enérgico diciendo" perfect" bien alto para que la oigan y ... confíen. Su amplia sonrisa debajo de la máscara que por desgracia los pacientes no  siempre ven, pero sienten su aprecio y cercanía cuando les desea suerte en italiano y les pasa cariñosamente la mano por el brazo. La doctora L, viene silenciosa y serena. Se pone manos a la obra, es precisa y delicada, mira la pantalla del embrion como si fuera el primero que viera, tan emocionada como los pacientes. Y ahí estoy yo, con mi gorrito verde y mi mascarita, respirando y empañando los cristales de mis gafas con el vaho de mi respiración. A veces me quedo embelesada, sorprendida de que después de algún tiempo, el proceso aún me sobrecoja y me emocione. Suelo hablar de más para que los pacientes sientan ni apoyo y mi compañía. Les intento explicar todo para que no pierdan detalle y al mismo tiempo entretener nervios y distraer tensiones. 

Por eso, mi planta es la tercera. Me siento orgullosa de hacer parte del recorrido con los pacientes y de ser testigo del esfuerzo y el cariño que estas personas dedican a cumplir los sueños de otros. 

Supongo que sí, que he ganado en el cambio de uniformes y pase lo que pase conmigo, Me llevo la satisfacción de ser cola de león en el  mayor espectáculo del mundo. 

La lucha continua..

Nos vemos en, la tercera planta.




1 comentario:

  1. Feliz de compartir la magia del día a día, de formar parte de algo tan grande como ayudar a crear familias. Sonrío porque, incluso cuando hace frío soy feliz. Pero cuando explico las ecografias, la sonrisa va dedicada a ti y a esos ojazos abiertos como platos intentando descubrir algo nítido entre tanta escala de grises. Va dedicada a ti por tu simpatía y ganas de contagiar alegría. No estás en la punta de la cola del León, querida amiga, estás en pleno corazón.
    Firmado, A.

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